Desde AETAPI, como entidad de referencia en el ámbito profesional del Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) en España, expresamos nuestra profunda preocupación y rechazo ante las recientes declaraciones del Secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., en las que califica el autismo como una “epidemia” e insiste en la necesidad de descubrir “una causa” del autismo, sin atender al consenso científico ni al enfoque de derechos humanos que debe guiar cualquier iniciativa sobre esta condición. Esta formulación simplista ignora que el autismo tiene múltiples causas posibles y desvirtúa años de investigación seria al promover la idea errónea de que existe una única explicación o solución.
Este tipo de afirmaciones, especialmente cuando provienen de figuras institucionales, resultan alarmantes y socialmente dañinas. No sólo perpetúan estigmas y mitos largamente desacreditados, sino que también desvían la atención de las verdaderas prioridades: acceso a servicios, apoyos personalizados, inclusión social y políticas basadas en la evidencia.
- No existe una epidemia de autismo.
El aumento en los diagnósticos se explica, en gran parte, por una mayor concienciación social, el avance del conocimiento científico, revisión de los criterios diagnósticos y la mejora en la detección clínica y el acceso a los servicios (Lord et al., 2020). Organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) coinciden en que se trata de una condición del neurodesarrollo que forma parte de la diversidad humana, con múltiples causas posibles y una gran heterogeneidad en sus manifestaciones (OMS, 2023).
- Las vacunas no causan autismo.
La comunidad científica internacional ha demostrado de forma concluyente que no existe ninguna relación entre las vacunas infantiles y el autismo. Estudios de gran escala y revisiones sistemáticas descartan esta asociación (Taylor et al., 2014), y denuncian los peligros de difundir hipótesis ya refutadas que debilitan la confianza en la salud pública.
- El autismo no es una enfermedad.
El autismo no es algo que se “cura” ni se “previene”, como si fuera una patología a erradicar. Es una condición del neurodesarrollo con base neurobiológica, que configura formas diversas de percibir, interpretar e interactuar con el entorno.
La calidad de vida de las personas autistas no está determinada únicamente por sus características individuales, sino por cómo la sociedad responde a sus necesidades. Las actitudes sociales, el grado de accesibilidad, el apoyo institucional y las oportunidades educativas y laborales tienen un papel decisivo en la plena participación y el ejercicio de derechos (OMS, 2023).
- El discurso de la desinformación vulnera derechos.
Asociar el autismo con una enfermedad y generar alarma social niega la dignidad y diversidad de las personas autistas. Sus derechos no deben depender de percepciones ajenas ni de narrativas reduccionistas.
Las actuales perspectivas internacionales sobre discapacidad (Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (OMS, 2001) y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (ONU, 2006) —impulsadas por la OMS y la ONU— insisten en que los retos que enfrentan las personas autistas no se deben exclusivamente a sus características individuales, sino a la manera en que la sociedad responde (o no responde) a sus necesidades. Cuando el entorno impone barreras, limita la participación o no ofrece los apoyos adecuados, se generan desigualdades evitables.
Desde este enfoque, centrado en los derechos y la inclusión, el objetivo no puede ser “curar” el autismo ni buscar causas simplistas, sino transformar los contextos, garantizar apoyos personalizados y promover una convivencia social donde la diversidad sea comprendida, respetada y valorada. Reforzar discursos reduccionistas y biomédicos sólo perpetúa la discriminación y distrae de las verdaderas prioridades: dignidad, accesibilidad y calidad de vida.
Desde AETAPI reafirmamos nuestro compromiso con una visión ética y basada en evidencias del autismo. Invitamos a los responsables políticos a dialogar con profesionales, con la comunidad científica, y —sobre todo— con las propias personas autistas y sus familias, para construir políticas públicas informadas, respetuosas e inclusivas.
El futuro no pasa por buscar culpables o causas únicas, sino por contar con las personas con autismo, garantizar apoyos, derribar barreras y celebrar la diversidad.