Me incorporé a Aetapi en el año 1988, en el congreso de Cádiz. En ese curso académico, empezaba a trabajar en las aulas específicas para niños y niñas con autismo, en el colegio público Gadir. Fue una entrada a lo grande: todos los profesionales de prestigio del estado español estaban en mi ciudad y allí estaba Ángel Díez Cuervo. En ese momento, me daba vergüenza la simple idea de hablar con estos profesionales; pero sí sentí desde el principio el orgullo de formar parte de esta gran familia, aunque fuera desde la distancia y la admiración.

Ocho años más tarde, en el congreso de Palma de Mallorca, con una escasa asamblea de socios y con incertidumbres sobre la continuidad de AETAPI, fue cuando Ángel tomó la palabra, cuando las dudas se tornaron en fortalezas y los asistentes se comprometieron con el proyecto de continuidad. En el siguiente congreso, en Benalmádena, al llegar a la asamblea, nos recordó la hazaña del congreso anterior, para disipar las posibles incertidumbres. En ese momento, me incorporé a la junta directiva de AETAPI.

Ángel siempre tuvo claro el valor de AETAPI e hizo gala de su pertenencia. Manifestaba con orgullo ser Socio de Honor allí donde iba y hablaba de la generosidad de este grupo de profesionales que dedicaban su tiempo libre y sus esfuerzos a la consolidación de este proyecto colaborativo, independiente y comprometido con las personas con Trastorno del Espectro de Autismo. Ángel no se percataba que él era nuestro modelo a seguir, nuestro ejemplo inspirador, su proceder ético con el ejercicio profesional de ayudar a las personas con autismo.

Siempre estaba dispuesto a aconsejar a AETAPI en posicionamientos relativos a la salud y los TEA, especialmente las noticias que iban surgiendo entorno a los bulos sobre la vacunación y las seudo-terapias. Me encantaba cuando llamaba la atención a los profesionales de la Psicología exigiendo que “se pusieran de acuerdo” sobre sus hipótesis. Y con mucho cariño, alertaba a las familias sobre los fraudes y de los insensatos que se querían aprovechar de sus deseos de ayudar a sus familiares con TEA. Las familias lo admiraban. Cuando se jubiló, muchas familias se sintieron perdidas. Y ahora, AETAPI se siente perdida y añora su reciente pérdida.

Ángel fue un hombre sabio, en el sentido noble del término: Sabiduría vital, atesorada con el paso del tiempo, en muchos aspectos de la vida y por eso, era un placer compartir con él conversación, aficiones e historias, junto a su mujer, Carmina. Su sentido del humor, su cercanía y cordialidad nos hacía sentirnos siempre muy afortunados. Yo me sentí y me siento muy afortunada de haber compartido momentos inolvidables que forman parte de mi historia personal y profesional. Y estoy segura que muchos profesionales de AETAPI también tienen los mismos sentimientos y emociones hacia Ángel.

Siempre estará presente, estoy segura de ello, porque tus valores son la urdimbre en los que se ancla el ideario de AETAPI. Por esto, muchas gracias Ángel.

Vídeo de Ángel Díez Cuervo esperándonos en el XVIII Congreso AETAPI en León